Condena Pactada
-Una compañía psicológica… una ayuda… hablé con Carlos y está de acuerdo.
-¡Genial! Me parece perfecto. Sacar las cosas de la cabeza, darles entidad y verbalizarlas. ¿Estará contemplado?
-Sí, me ofrecieron.
-Ah
-Vení de este lado…quiero ir al baño…ayúdame.
-Dale, Tía, voy.
-Eso, por debajo de los hombros. Ahora ayúdame con el trípode y cuidado con las mangueras.
-Sí, sí.
-Bien, bueno gracias, esperáme afuera.
-¡Genial! Me parece perfecto. Sacar las cosas de la cabeza, darles entidad y verbalizarlas. ¿Estará contemplado?
-Sí, me ofrecieron.
-Ah
-Vení de este lado…quiero ir al baño…ayúdame.
-Dale, Tía, voy.
-Eso, por debajo de los hombros. Ahora ayúdame con el trípode y cuidado con las mangueras.
-Sí, sí.
-Bien, bueno gracias, esperáme afuera.
Caminé por el pasillo varias
veces de principio al final, pasando una y otra vez al lado de la mesa de
primeros auxilios. Me detuve y apoye mis manos sobre los extremos de la mesa.
Deje caer mi cabeza en peso muerto. La angustia y yo nos hundimos en algunas
lágrimas.
-¡Nicolás!
-Voy Tía – dije sorprendido.
-Señor, señor – como si hablara una serpiente – no puede elevar la voz en el pasillo – dijo la enfermera empujando un carro con sábanas blancas.
-Mil disculpas
-Téngalo en cuenta para la próxima vez – susurró a mi lado y bajó la escalera.
-Voy Tía – dije sorprendido.
-Señor, señor – como si hablara una serpiente – no puede elevar la voz en el pasillo – dijo la enfermera empujando un carro con sábanas blancas.
-Mil disculpas
-Téngalo en cuenta para la próxima vez – susurró a mi lado y bajó la escalera.
Me guardé tres paquetes de gasas esterilizadas y dos paquetes de bisturís en los bolsillos.
También llevo conmigo una botella de iodo y otra de alcohol. Al llegar a la
puerta entre abierta de la habitación levanto mi cabeza y en un suspiro
susurré: -Trescientos cuarenta y dos. Abro y veo los pies de la Tía, descalzos.
Ya se acostó. Entro y dejo las botellas sobre la mesa y paso a vaciar mis
bolsillos.
-Si querés podes acomodar las rosas que trajo tu mamá en
donde da el sol y así, te queda lugar en la mesita.
Al pasar le acaricié los pies.
Varias uñas están largas especialmente la del dedo gordo del pie izquierdo;
encarnada. Debido a una de sus pasiones, la de jugar al tenis. Ella se sonríe y
se acomoda el ambo. Desde mi perspectiva puedo ver las cicatrices de la operación
en la zona abdominal; me impresioné y ella lo sabe y encoje sus piernas y las
levanta hacia el cielo, las flexiona una y otra vez como si pedaleara en una
bicicleta imaginaria que rueda por el techo.
-El medico dijo que ejercite la panza.
La impresión se convirtió en
asombro y el asombro alimentó la esperanza. Puse una almohada para que apoye
sus pies. De la mesita agarro un paquete de gasas, lo abro. Humedezco unas
cuantas con alcohol. Ella del cajón de su mesita de luz me alcanza un estuche
del cual desbordan limas de acero, tijeras de distintos tamaños y curvaturas,
un catéter en su estuche y dos pomas de algodón. Procedo a cortarle las uñas y
lavar sus pies con alcohol. Abro el catéter.
-Tía, te voy a pinchar – su mirada desborda de ternura pero
con una gran braveza – un poco al lado de la uña que tiene que supurar ¿Lista?
-Más dolor del que sentí y siento no creo que sea. Dale, con confianza, no te me vayas a desmayar, ¿eh?
-Más dolor del que sentí y siento no creo que sea. Dale, con confianza, no te me vayas a desmayar, ¿eh?
Pincho con suavidad, pero no es suficiente. La última vez que se arregló los pies fue para la final de intermunicipal que se jugó en el Club Alemán de Villa Ballester. Hace seis meses, lo recuerdo muy bien. Una hora cuarenta y dos minutos de partido. La fama que tenía su rival era el rumor de la tribuna: “El drive que tiene la de Pilar dicen que es intratable, aplica un passing maravilloso y juega bastante al cuerpo”. Pero del otro lado de la red, con su raqueta en la mano estaba Patricia, de Villa Ballester, mi Tía. No me olvido más, 6 3 – 6 2. La puso a correr como nunca en su vida, la de Pilar no lo podía creer. Una semana después, haciéndose estudios reglamentarios para entrar al torneo provincial y al ranking nacional, el medico clínico chequea la zona abdominal, Patricia siente una molestia, diagnóstico: Colecistectomía Laparoscópica. Una operación simple y ampliamente practicada. Patricia: Deportista de toda la vida, Profesora de Física, Química y Matemática, Docente Universitaria, Licenciada en Meteorología, Agente de Turismo, Esposa, Madre, Ama de Casa; mi Tía.
-Mi Tía…Tía…
-Acá está tu Tía
-¿Qué pasó?
-Gracias – le dijo Patricia a la enfermera que se retira –
-Te desmayaste, paparulo. No mires mí pie que tengo el catéter clavado en el dedo y está supurando.
-Acá está tu Tía
-¿Qué pasó?
-Gracias – le dijo Patricia a la enfermera que se retira –
-Te desmayaste, paparulo. No mires mí pie que tengo el catéter clavado en el dedo y está supurando.
Su cuerpo esquelético, con la
piel hacia adentro, como si sus huesos tuviesen la intención de escapar para
observar desde afuera al enemigo interno que lo expulsa e incentiva a dejar atrás
la piel. A pesar de su delgadez, su color pálido, su aroma indefinido; sus
brazos rodean mi cuerpo. La siento inmensa e inconmensurable. Un brazo está por
detrás de mi cabeza, en el cuello, otro sobre mi pecho, los dedos de sus manos
se entrelazan sobre mi hombro formando una armadura. Siento su aliento y el
viento de su respiración sobre mi frente. Jamás pensé que ella termine
abrazándome; no quiero que termine, nunca. Nuestras cabezas están juntas un
buen rato. Por un ojo espío el chorro de pus que sale del catéter ensartado en
su dedo inflamado, ella parece no percibirlo, como si existiera un acuerdo. De
repente un pitido agudo nos interrumpe. Es la alarma del administrador de proteínas
indicando que el contenido del sachet está llegando a su fin. Lo que nunca
terminó fue la intervención quirúrgica de la vesícula. Lo que nos maravilló - si
el lector me permite esta displicencia – fue lo que los doctores nos anunciaron
cuando le realizaron la tomografía. Los doctores afirman que convive con ella
hace varios años. Fase IV. Al abrir para realizar la Colecistectomía los
cirujanos descubren que tiene tomado partes del intestino delgado, parte del
grueso y el páncreas en un 85%. Comenzó con quimioterapia. Viajó al norte de
América de donde regresó con un panorama alentador y con una programación de
regreso para extirpar en caso de que se reduzcan los tumores. Continuó con sus
tratamientos, que cada vez fueron de manera decreciente con respecto a los
niveles de la quimioterapia. Se redujeron los tamaños en gran medida acelerando
las posibilidades de extirpación. Carlos, mi Tío, se encargó de conseguir una
entrevista con una eminencia en el tema, un cirujano español que da charlas en
convenciones y demás. La acepta tratar, pero con una condición: que sea en
España. Viajan, ella, Carlos y Paloma, mi prima. Lo extirpan. Vuelve al país,
queda internada en observación, le dan el alta, la rechaza. Después de un mes y
de la insistencia de la familia, ella asume el riesgo de salir de la comodidad
de estar protegida en una corporación médica. Está cuatro meses en su casa que
sus hijos convirtieron en algo muy similar a un templo holístico. Retorna a la
vida social, se junta con la totalidad de la familia, amigos. Hicimos una
fiesta inmensa para su cumpleaños, Patricia bailó hasta altas horas de la
madrugada. Todos bebimos, reímos y lloramos. Sacamos fotos y nos dimos largos
abrazos. Al primer control del segundo
semestre del año pasado, en la tomografía, se detecta presencia cancerígena en
todo el Peritoneo. (Membrana que recubre a todos los órganos del abdomen.) Está
internada nuevamente en la Corporación Médica que ya la supo albergar tantos
meses. Enfrenta este trecho con una quimio suave pero constante, ya no tolera
alimento vía oral. Es alimentada vía endovenosa.
Esto no es el final, todavía no
termina. Pero la condena está pactada.
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