miércoles, 9 de noviembre de 2016

lunes, 11 de julio de 2016

Día de Limpieza

Sobre gustos no hay nada escrito

Los sábados de invierno disfruto limpiar la casa. Quizás, los sábados de verano, preferís caminar por la plaza con helado de por medio, anteojos para el sol o broncearte recostado en el pasto sobre una lonita. Siempre de acuerdo a las posibilidades económicas del momento, igualmente, no son eventos ostentosos o exagerados pero sí reconfortantes y, hasta algunas veces, estimulantes. Como cuando en invierno, salgo a barrer la puerta del departamento, no la de planta baja la principal; la del séptimo “A” dónde vivo. Antes de barrer, siempre sacudo la alfombra “Welcome”  para juntar toda la mugre de una sola barrida, ya promediando la mañana estás un poco harto de barrer y preferís resolver rápido luego de trapear, aspirar, encerar, estrujar, correr el sillón y descubrir que hay empezar el proceso de limpieza por un metro cuadrado o… devolver el sillón a la posición inicial y continuar. En el silencio del pasillo del edificio el ruido –estruendoso y característico- del estómago vacío, provoca un retorcijón y funciona de introducción a los vecinos del sexto, los del piso de abajo:

-        Abríme la puerta, vos sabes que mí corazón es tuyo y solo para vos; te amo
-        Boluda, ya está andáte
-        Cuando vos estás mal, yo te escucho. ¡Abrí dale!
-        Dale ¿Qué? Si ya no somos los mismos
-        Entre nosotros no cambió nada, dale, dejáme pasar por favor, al fin y al caso: ¡Es mi casa también!
-        Felicidad fue lo que me prometiste, y en cambio solo recibo soledad
-        Genia, escuchame. Estoy con dos trabajos, te pido perdón si te sentís desatendido.
-        Hace dos meses que no salimos a comer afuera, ni siquiera a caminar por la plaza… nada
-        Insisto, todo lo que me estoy sacrificando es por nosotros.
-        ¡Justo en mis vacaciones! Cuando tengo tiempo libre ¿te surge este trabajo?
-        Kilometros hago día a día por nosotros, por vos más que nada…
-        Leo; no nos falta nada, ¿para qué dos trabajos? Explicame a ver…
-        Me desvivo por vos, no me lo valoras y encima ¿me pedís explicaciones?
-        Nunca te las pedí, solo ahora, querés que sea una reina, lo soy y me tratas como un
-        ¡Ñoqui! ¡Gordito lindo! Mi ñoquisin, vení vamos a hacernos un cariño…
-        ¡Opa opa opa! No toque sino va a comprar, que esto… ¡esto es mercadería de primera!
-        Puedo ser más romántico si querés.
-        Quiero que me quieras nada más… suave y despacio…
-        ¿Rápido? Puede ser, porque tengo que entra a laburar…
-        Sos… sos un insensible de mierda, rajá dale, anda a chuparle las medias a tu jefe
-        Todo te molesta, ehh sos una histérica, al final con Fede la paso mejor
-        Una sola cosa te faltaba decir para que se termine mi paciencia y lo acabas de hacer
-        ¿Viste? Encontré un chongo hermoso
-        Www.putosviejos.com seguro lo sacaste de ahí
-        Ximena yo te banque con tu cambio de sexo y vos me haces esta escena de celos, por un chongo de internet
-        Yo solo te quiero para mí nada más…

-        Zorra eso sos, una zorra…  chau Walter

viernes, 10 de junio de 2016

NI UNA MENOS


Desde las uniones de las baldosas hasta los toldos verdosos agrietados de los locales comerciales, o una campera deportiva violeta de mujer y -aunque parezca descabellado- un cálculo matemático de límites o el pronóstico climático o una raqueta con una pelota de tenis, hasta una pesada enciclopedia o una novela futurista de Isaac Asimov aplastada por “el manual indispensable” para el ingeniero mecánico; evocan un recuerdo. Aunque la fisonomía diaguita-andina del transeúnte que choca conmigo, también evoca un recuerdo pero con la diferencia de que éste recuerdo, me eriza la piel. Me transporta del lugar de la calle en donde estoy hacia destinos ya conocidos pero pasados. Me genera una combustión cerebral e inmediatamente siento escalofríos y sensación de re-encuentro, ya que de pronto, me visita la condenada – ¿O visita al transeúnte y yo la reconozco ahí?- la ausente Patricia. El perfil de su rostro, los pómulos y la tez rojiza junto con el cabello semi-ondulado, son rasgos típicos de los pueblos originarios del Gran Chaco y de la menesterosa provincia Argentina de Santiago del Estero. En lo que dura ese momento, ¡ellas son idénticas! Cuando pasa por al lado mío, y volteo mi cabeza para confirmar con recelo que, al encontrar su mirada descubro que todo es producto de mi imaginación.  Es una desconocida, un peatón. Alguien con quien no me voy a cruzar ni en otra vida. ¿Pierdo la cabeza e imagino que creo en la resurrección o en la vida después de la muerte y la reencarnación en objetos/personas/animales? No y me siento aliviado de no creerlo. Pero siento una “pseudo-pascua” –con el perdón de los laicos, sin ofender- porque en ese lapso de un segundo o dos me encuentro con ella o ella a mí, y es por eso que escribo una y otra vez todos los “encuentros” que me suceden. Quiero dilucidar o al menos dar con la certeza de quien busca a quien. Quiero que confíen en que no estoy apoyando o promoviendo ninguna teoría esotérica, voodoo, umbanda ni nada por el estilo. O es como dijo Isabel:

“La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo.”

Isabel de apellido Allende y Patricia, Ibarra. Un apellido muy arraigado a la provincia de Santiago del Estero. Juan Felipe Ibarra fue un caudillo federal y el primero en gobernar Santiago del Estero, durante la conformación del estado nacional en el siglo XIX. Más allá de que Patricia vivió toda su vida en Buenos Aires, sus padres y abuelos fueron los que  emigraron a Capital Federal.
Durante la época de Rivadavia, Juan Felipe resistió la invasión del coronel unitario, enviado por Rivadavia con la finalidad de formar un ejército para la guerra del Brasil. Todo el noroeste argentino estuvo defendido por grandes caudillos como Facundo Quiroga que junto a Juan Felipe Ibarra expulsaron de la zona al enviado de Bernardino, el unitario Lamadrid.
En el transcurso de su vida en capital, Patricia fue docente universitaria en física, química y matemática. También conformaba los informes meteorológicos de Nadia Zyncenko y se desempeñaba como agente de viajes. A su vez madre y columna vertebral de su familia. Con una autoestima elevadísima y una actitud positiva frente a la vida y un espíritu que irradiaba amor.
Estoy convencido de que escribiendo los “encuentros posmortem” con Patricia soy yo el que la quiere encontrar. Lo más increíble de todo y lo más parecido con las batallas del virreinato, es que ella mantuvo una batalla interna durante mucho tiempo, sin saberlo.
Para mí ya es tiempo de que la Real Academia Española adjudique el femenino de caudillo. Más que nada en estos tiempos donde, el liderazgo de las mujeres parece ser la principal amenaza para el sistema social-económico-capitalista.

Decididamente Patricia es toda una Caudilla. 

jueves, 18 de junio de 2015

Convivencia Laboral



           
¿Por qué hay que soportar la música que otro quiere escuchar sin auriculares? ¿Para qué inventaron los audífonos? Somos tres personas dentro de la oficina, dos estamos usándolos. Escuchamos radios diferentes, o la música que nos gusta sin molestar a los demás. Pido por favor que no me mal interpreten pensando que la música me molesta, todo lo contrario. Por supuesto, si no somos cuidadosos entramos en la discusión chabacana de los gustos. Cae de maduro que ese no es el tema a poner en foja de discusión, con la música está  todo bien.

            A la oficina llegamos a las nueve y, a las diez, de lunes a viernes comienza el “recital obligatorio”. Llegar a un acuerdo, todos podemos. Pero si no es así, por lo menos definir y acordar qué artistas, intérpretes, remixes y adaptaciones son las que NO queremos escuchar a penas llegamos. Tener definido lo que no querés, no marca el final del recorrido pero sí limita el trayecto a recorrer. Hablando en criollo, mejor prevenir que curar.

            Particularmente soportamos o le permitimos los “conciertos obligatorios”. Sabemos que es un tema sensible al comenzar a hablar, sobre todo que ella es la que más antigüedad tiene en la oficina, es la más joven con 22 años y es intolerable que le modifiquen su rutina; lleva cinco años de alienación, de machaque. Todo lo que realiza en el día está perfectamente cronometrado. Desde la recolección del agua para el mate, la primera que realiza luego de acomodar su bolsa y abrigo, seguido del encendido de la PC y la apertura de las webs, las necesarias para el trabajo durante la jornada y las de óseo, mejor dicho, chimentos televisivos.


            Los temas rondan en estrafalarias versiones de temas en inglés aceleradísimos o una rutilante lista de temas de Enrique Iglesias, Alejandro Sanz, Miley Cyrus, etc. En época de exámenes es difícil no reconocer el susurro de su lectura que sumado al repertorio musical obligatorio y gratuito; es menester un algodón en el oído.   

viernes, 13 de marzo de 2015

Del Trío Anzuelo

Reflexiones en medio de la transformación


Existen distintos tipos de pescadores. Los que recién comienzan y los experimentados, con sus cajas completísimas y cañas exuberante mente altas armadas con reel's poderosísimos, capaces de arrastrar a la bestia acuática más rebelde y pesada. También está el pescador promedio (donde me siento identificado o partícipe) que, generalmente, disfruta pasar el tiempo; pescando, con sus hijos y sobrinos, porqué no. Les enseña el arte de la pesca y les cuenta que es una de las actividades más antiguas en la historia del ser humano. Este dato no les importa a los niños, metidos en la orilla del río con cañas de caña y una boya en la punta. El promedio les transmite, de forma verbal y deliberada, las cualidades que se necesitan. Cualidades que todos tenemos y las despertamos (no solo) para la pesca; por nombrar alguna de ellas: Paciencia, un pulso firme pero sensible a las vibraciones que la línea (así es como la denominan, en la jerga de los habituales practicantes de esta actividad/deporte, al nylon o tanza; en criollo) manifiesta como la corriente del río o la succión de la Boha. La conexión con el ambiente y la naturaleza y su interpretación seguida de la futura interacción. Amor y una pizca de pasión.
Un tipo, forma o "Ser" pescador es: el pescador sensible
En Baraderos, treinta kilometros antes de San Pedro en la provincia de Buenos Aires, Argentina, es facil vislumbrar, entre todos los pescadores del muelle y los de la orilla, al sensible pescador. Ubicado entre el pescador promedio y el experimentado. Sin dejar de lado al pescador novicio que desborda audacia en sus primeros lanzamientos. El sensible comparte la audacia del experimentado pero con un equipamiento regular, promedio, o mejor dicho, normal. Es ambicioso y persistente capaz de quedarse despierto durante la noche entera intuyendo que el pique es bueno y lo único que pican son los mosquitos, fieles compañeros de los aficionados a la pesca. 
El sensible, rival directo del experimentado que descarta el factor suerte y pone a favor su astucia y experiencia, encuentra graciosa la manera de comportarse del compañero pescador. 
En la madrugada, lineas en lo profundo, el pescador sensible avanza en el ritual nocturno. Despliega su percepción y abandona el deseo pescador prendiéndose de la noche, el reflejo de las estrellas y la corriente del río. Escondido en su carpa sofisticada, con su farol de noche eléctrico, conectado al automóvil, está el experimentado guardián de las cuatro cañas que surcan el lodoso lecho y sus puntas, tensas y arqueadas al máximo por la fuerza que imprime sobre las lineas; aguarda, sombrío, que tintineen las campanillas que cuelga en los aros de las cañas. Elemento delator y, burlón en muchos casos, ya que el sonido que produce al "picar" da conocimiento, no solo al dueño sino, a todos los pescadores del universo.
Un pescador experimentado o uno que recién se inicia en la pesca ¿Siente lástima o sufre al momento de encarnar el anzuelo? La mueca de su rostro, ¿Muestra dolor o al menos asco? En su interior, ¿Pide perdón a ese ser vivo? ¿O alienta a la lombriz y la subestima en pos de que sea mordida por un pez? 

miércoles, 25 de febrero de 2015

Ida; sin vuelta.

¡Cuanto la vamos a extrañar!

CONDENA ASUMIDA

Viernes, 13 de febrero del 2015

Sobre mesa familiar. Ecografía abdominal.
Sabemos que la parte frontal está tomada. La ecografía acusó la cobertura completa del peritoneo. El sistema linfático viene fallando; es probable que a estas alturas haya dejado de funcionar. Los médicos evalúan quitar el tratamiento de la quimioterapia y comenzar a administrarle paliativos contra el dolor. ¡Era hora! -mi hermano golpea la mesa con el puño cerrado-. Te dije, má, todos pensamos maso menos lo mismo, vos la viste como está, todos lo vimos, ese cuerpo no resiste más y si así lo hiciese… (Pausa.) el ancho mortal de espadas no está de nuestro lado y clavado está en el corazón derramando la sangre de toda la familia que sufre por la pérdida del amor de la tía.

Miércoles, 18 de febrero del 2015

Durante la jornada laboral recibo un mensaje de texto de Carla, mi mamá: Da, a la tía le dejaron de hacer quimio hace una semana. Me llamó el Tío, le quitaron la alimentación parenteral. Buscan darle un “final más placentero”.
Al llegar del trabajo lo comento con mi pareja, ambos acordamos que es lo mejor para todos.
Comienzo a digerir la visita a la Corporación Médica Alexander Flemming, el primer instituto privado de oncología de América Latina, mencionado por primera vez en mis relatos. Me parece justo dejar asentado donde la paciente fue albergada.

Sábado, 21 de febrero del 2015

Con una mudanza programada hace un mes, Carla me avisa que toda la familia se está acercando a verla. Cancelo la mudanza. Por suerte, mi compañera está conmigo en esta situación difícil. Nos acercamos al edificio de la corporación, desconozco la habitación donde se encuentra la Tía. Me acerco a la guardia, que es por donde entré la última vez que vine. Me piden el documento, se los doy. Informo a quien venimos a visitar, en un inshigth aparece en mi conciencia un número de tres dígitos: Trescientos cuarenta y dos –le digo. Negativo –me responde el hombre de seguridad- la mudaron, habitación cuatrocientos veinte. Pasillo al fondo, tienen que doblar a la derecha ascensor de puerta verde, cuarto piso; repite, habitación cuatrocientos veinte cuarto piso ascensor verde. Nos acercamos a la puerta verde esperanza, solo la puerta, el ascensor en su interior es inmenso, caben dos camillas; su movimiento lo garantiza un embolo de tamaño considerable. Enfrentados, mi novia y yo, nos miramos con ternura en silencio. Se abre el ascensor. Reconozco a toda mi familia política. Muchos familiares cercanos a la tía. Saludamos uno por uno a todos. Les presento a mi compañera a medida que voy saludando a todos los presentes en la sala. No hace falta descripción alguna; caras largas, ojos llorosos, sonrisas angelicales, lentos movimientos. Me acerco al pasillo de las habitaciones, mi compañera me suelta la mano y me acompaña, viene detrás de mí. Me encuentro con mi madre en un lento timming, abrazado a ella, por encima de su hombro abro mis ojos que comienzan a humedecerse y encuentro a mi tío. El saludo con él fue extraño. Creo que ambos sabíamos que, si nos abrazábamos lo que dura un abrazo en estas circunstancias, entrabamos en un túnel húmedo de lágrimas y oscuro de sombras. Solo rosé su antebrazo y reposé durante unos instantes mi mentón en su hombro, recibiendo lo mismo de su parte. Nuestras miradas se cruzaron apenas por unos segundos al separarnos. Continué avanzando por el pasillo. Enfrente a la mesa de primeros auxilios, apoyando toda su humanidad sobre la pared, mi hermano, ojos explotados de llanto, mirada perdida en el cielo raso y pañuelos en sus manos. De sorpresa le robo un abrazo, ya que en nuestra relación no nos demostramos afecto físicamente y tampoco verbalmente, más bien es como un compañerismo de escuela… sí, por supuesto que recapacitaré en modificar el tipo de relación con mi propio hermano. Nuestras mejillas se juntan, me sentí muy bien, ambos nos sentimos bien. Lo dejo con mi compañera y escucho como se quiebra en llanto. Respiro profundamente, con gesto amable pero distraído saludo a más familia política que, hace mucho que no veo y cumplen con una guardia eterna en la puerta de la habitación. Guardianes inamovibles que brindan a toda hora el apoyo moral que se necesita en estos casos.
Mi primo más grande, Martín, a la izquierda de la cama está sentado en una silla y acaricia el brazo de su madre sobre la sabana que la recubre y da fe de su forzada respiración. Atrás de él, su tía, la hermana de Patricia, Marina que descubre mi presencia y se desmorona en mis brazos ya agotada de tanto llorar, un abrazo de fuerzas idénticas que aumentan al finalizar. Del otro lado de la cama, a la derecha, opuesto a Martín, se encuentran Federico y Paloma. Fede está con la cabeza apoyada sobre la baranda de la cama y sujeta el brazo izquierdo de Patricia como queriendo retenerla en este mundo. Paloma, sentada a su lado, sombría y blanca en su rostro, con la mirada perdida, acompaña a su madre en el camino que transita.
Carla, a los pies de la cama sujeta el pie de Patricia. Lo masajea y la estimula. ¿Es posible que exista tanto contraste entre una parte del cuerpo y otra? El pie de mi tía, y digo esto porque es lo que está por fuera de la sabana, entre los brazos de mi matriz. La tensión de la piel, el color, las uñas, sus dedos, parecen de una persona normal y cuando uno recorre con su mirada y llega a la cabeza descubrimos alguien que luchó más de seis meses contra un cáncer. Pelo corto blanco, piel que sobra o huesos que huyen, ojos entre abiertos que se mueven constantemente y no llegan a cerrarse ni abrirse del todo. Encima tiene una máscara que está conectada a una bolsa inflada con vapor, más las mangueras plásticas que salen desde la profundidad de su cuello. Mis ojos se llenan de lágrimas, me apoyo sobre la pared de la habitación y me dejo caer hasta el suelo, las lágrimas rebalsan de mis ojos y el gesto en mi rostro es de bronca y detrás de él se esconde la inmensa tristeza, pero la bronca perdura. Ya los mocos en mi nariz dan evidencia sonora al respirar que estoy llorando. A todo esto mi primo Federico levanta su cabeza, me ve. Se sienta a mi lado. Nuestros brazos se entrecruzan, nos damos aliento entre pechos angustiados pero rostros de pelos y piedras humedecidos por lágrimas. Agarra mi mano y me dice: “Siempre estuvimos juntos, primo” Y siempre vamos a estar –le digo.

Domingo, 22 de febrero


Condena cumplida. 

martes, 3 de febrero de 2015

Idas y Vueltas

Condena Pactada

-Una compañía psicológica… una ayuda… hablé con Carlos  y está de acuerdo.
-¡Genial! Me parece perfecto. Sacar las cosas de la cabeza, darles entidad y verbalizarlas. ¿Estará contemplado?
-Sí, me ofrecieron.
-Ah
-Vení de este lado…quiero ir al baño…ayúdame.
-Dale, Tía, voy.
-Eso, por debajo de los hombros. Ahora ayúdame con el trípode y cuidado con las mangueras.
-Sí, sí.
-Bien, bueno gracias, esperáme afuera.
Caminé por el pasillo varias veces de principio al final, pasando una y otra vez al lado de la mesa de primeros auxilios. Me detuve y apoye mis manos sobre los extremos de la mesa. Deje caer mi cabeza en peso muerto. La angustia y yo nos hundimos en algunas lágrimas.
-¡Nicolás!
-Voy Tía – dije sorprendido.
-Señor, señor – como si hablara una serpiente – no puede elevar la voz en el pasillo – dijo la enfermera empujando un carro con sábanas blancas.
-Mil disculpas
-Téngalo en cuenta para la próxima vez – susurró a mi lado y bajó la escalera.
Me guardé tres paquetes de gasas esterilizadas y dos paquetes de bisturís en los bolsillos. También llevo conmigo una botella de iodo y otra de alcohol. Al llegar a la puerta entre abierta de la habitación levanto mi cabeza y en un suspiro susurré: -Trescientos cuarenta y dos. Abro y veo los pies de la Tía, descalzos. Ya se acostó. Entro y dejo las botellas sobre la mesa y paso a vaciar mis bolsillos.
-Si querés podes acomodar las rosas que trajo tu mamá en donde da el sol y así, te queda lugar en la mesita.
Al pasar le acaricié los pies. Varias uñas están largas especialmente la del dedo gordo del pie izquierdo; encarnada. Debido a una de sus pasiones, la de jugar al tenis. Ella se sonríe y se acomoda el ambo. Desde mi perspectiva puedo ver las cicatrices de la operación en la zona abdominal; me impresioné y ella lo sabe y encoje sus piernas y las levanta hacia el cielo, las flexiona una y otra vez como si pedaleara en una bicicleta imaginaria que rueda por el techo.
-El medico dijo que ejercite la panza.
La impresión se convirtió en asombro y el asombro alimentó la esperanza. Puse una almohada para que apoye sus pies. De la mesita agarro un paquete de gasas, lo abro. Humedezco unas cuantas con alcohol. Ella del cajón de su mesita de luz me alcanza un estuche del cual desbordan limas de acero, tijeras de distintos tamaños y curvaturas, un catéter en su estuche y dos pomas de algodón. Procedo a cortarle las uñas y lavar sus pies con alcohol. Abro el catéter.
-Tía, te voy a pinchar – su mirada desborda de ternura pero con una gran braveza – un poco al lado de la uña que tiene que supurar ¿Lista?
-Más dolor del que sentí y siento no creo que sea. Dale, con confianza, no te me vayas a desmayar, ¿eh?

Pincho con suavidad, pero no es suficiente. La última vez que se arregló los pies fue para la final de intermunicipal que se jugó en el Club Alemán de Villa Ballester. Hace seis meses, lo recuerdo muy bien. Una hora cuarenta y dos minutos de partido. La fama que tenía su rival era el rumor de la tribuna: “El drive que tiene la de Pilar dicen que es intratable, aplica un passing maravilloso y juega bastante al cuerpo”. Pero del otro lado de la red, con su raqueta en la mano estaba Patricia, de Villa Ballester, mi Tía. No me olvido más, 6 3 – 6 2. La puso a correr como nunca en su vida, la de Pilar no lo podía creer. Una semana después, haciéndose estudios reglamentarios para entrar al torneo provincial y al ranking nacional, el medico clínico chequea la zona abdominal, Patricia siente una molestia, diagnóstico: Colecistectomía Laparoscópica. Una operación simple y ampliamente practicada. Patricia: Deportista de toda la vida, Profesora de Física, Química y Matemática, Docente Universitaria, Licenciada en Meteorología, Agente de Turismo, Esposa, Madre, Ama de Casa; mi Tía.
-Mi Tía…Tía…
-Acá está tu Tía
-¿Qué pasó?
-Gracias – le dijo Patricia a la enfermera que se retira –
-Te desmayaste, paparulo. No mires mí pie que tengo el catéter clavado en el dedo y está supurando.
Su cuerpo esquelético, con la piel hacia adentro, como si sus huesos tuviesen la intención de escapar para observar desde afuera al enemigo interno que lo expulsa e incentiva a dejar atrás la piel. A pesar de su delgadez, su color pálido, su aroma indefinido; sus brazos rodean mi cuerpo. La siento inmensa e inconmensurable. Un brazo está por detrás de mi cabeza, en el cuello, otro sobre mi pecho, los dedos de sus manos se entrelazan sobre mi hombro formando una armadura. Siento su aliento y el viento de su respiración sobre mi frente. Jamás pensé que ella termine abrazándome; no quiero que termine, nunca. Nuestras cabezas están juntas un buen rato. Por un ojo espío el chorro de pus que sale del catéter ensartado en su dedo inflamado, ella parece no percibirlo, como si existiera un acuerdo. De repente un pitido agudo nos interrumpe. Es la alarma del administrador de proteínas indicando que el contenido del sachet está llegando a su fin. Lo que nunca terminó fue la intervención quirúrgica de la vesícula. Lo que nos maravilló - si el lector me permite esta displicencia – fue lo que los doctores nos anunciaron cuando le realizaron la tomografía. Los doctores afirman que convive con ella hace varios años. Fase IV. Al abrir para realizar la Colecistectomía los cirujanos descubren que tiene tomado partes del intestino delgado, parte del grueso y el páncreas en un 85%. Comenzó con quimioterapia. Viajó al norte de América de donde regresó con un panorama alentador y con una programación de regreso para extirpar en caso de que se reduzcan los tumores. Continuó con sus tratamientos, que cada vez fueron de manera decreciente con respecto a los niveles de la quimioterapia. Se redujeron los tamaños en gran medida acelerando las posibilidades de extirpación. Carlos, mi Tío, se encargó de conseguir una entrevista con una eminencia en el tema, un cirujano español que da charlas en convenciones y demás. La acepta tratar, pero con una condición: que sea en España. Viajan, ella, Carlos y Paloma, mi prima. Lo extirpan. Vuelve al país, queda internada en observación, le dan el alta, la rechaza. Después de un mes y de la insistencia de la familia, ella asume el riesgo de salir de la comodidad de estar protegida en una corporación médica. Está cuatro meses en su casa que sus hijos convirtieron en algo muy similar a un templo holístico. Retorna a la vida social, se junta con la totalidad de la familia, amigos. Hicimos una fiesta inmensa para su cumpleaños, Patricia bailó hasta altas horas de la madrugada. Todos bebimos, reímos y lloramos. Sacamos fotos y nos dimos largos abrazos.  Al primer control del segundo semestre del año pasado, en la tomografía, se detecta presencia cancerígena en todo el Peritoneo. (Membrana que recubre a todos los órganos del abdomen.) Está internada nuevamente en la Corporación Médica que ya la supo albergar tantos meses. Enfrenta este trecho con una quimio suave pero constante, ya no tolera alimento vía oral. Es alimentada vía endovenosa.
Esto no es el final, todavía no termina. Pero la condena está pactada.