jueves, 18 de junio de 2015

Convivencia Laboral



           
¿Por qué hay que soportar la música que otro quiere escuchar sin auriculares? ¿Para qué inventaron los audífonos? Somos tres personas dentro de la oficina, dos estamos usándolos. Escuchamos radios diferentes, o la música que nos gusta sin molestar a los demás. Pido por favor que no me mal interpreten pensando que la música me molesta, todo lo contrario. Por supuesto, si no somos cuidadosos entramos en la discusión chabacana de los gustos. Cae de maduro que ese no es el tema a poner en foja de discusión, con la música está  todo bien.

            A la oficina llegamos a las nueve y, a las diez, de lunes a viernes comienza el “recital obligatorio”. Llegar a un acuerdo, todos podemos. Pero si no es así, por lo menos definir y acordar qué artistas, intérpretes, remixes y adaptaciones son las que NO queremos escuchar a penas llegamos. Tener definido lo que no querés, no marca el final del recorrido pero sí limita el trayecto a recorrer. Hablando en criollo, mejor prevenir que curar.

            Particularmente soportamos o le permitimos los “conciertos obligatorios”. Sabemos que es un tema sensible al comenzar a hablar, sobre todo que ella es la que más antigüedad tiene en la oficina, es la más joven con 22 años y es intolerable que le modifiquen su rutina; lleva cinco años de alienación, de machaque. Todo lo que realiza en el día está perfectamente cronometrado. Desde la recolección del agua para el mate, la primera que realiza luego de acomodar su bolsa y abrigo, seguido del encendido de la PC y la apertura de las webs, las necesarias para el trabajo durante la jornada y las de óseo, mejor dicho, chimentos televisivos.


            Los temas rondan en estrafalarias versiones de temas en inglés aceleradísimos o una rutilante lista de temas de Enrique Iglesias, Alejandro Sanz, Miley Cyrus, etc. En época de exámenes es difícil no reconocer el susurro de su lectura que sumado al repertorio musical obligatorio y gratuito; es menester un algodón en el oído.   

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